Por Liliana Mizrahi *
Asistimos y participamos de un escándalo social.
Niñas violadas por padres varones, tiradas en la cama, con sus cuerpitos hinchados y raros, confusas, deprimidas por los ultrajes recibidos y con ganas de morirse. Esperan.
Los adultos con su doble moral burocrática pueden decidir sobre lo que pasa en sus cuerpos. Ellas no. Los adultos abusan. Niñas violadas y embarazadas esperando la decisión de los jueces/médicos/leyes, adultos a quienes ellas, evidentemente, no les interesan nada. Ellas no interesan.
Oyen hablar de un nonato, a quien nadie conoce, pero los adultos dicen: que su vida tiene prioridad sobre la vida de ellas. Ellas no quieren eso, pero no pueden elegir. No tienen voz ni voto. En
¿A quién le gusta que lo ultrajen con violencia, le hagan cosas dolorosas en el cuerpo, lo torturen, no lo escuchen, lo abandonen tirado?
¿Se trata del mismo abuso de los represores sobre los cuerpos de sus víctimas?
Los represores de la dictadura también se creían con derechos a obrar sobre la libertad, sobre la vida y sobre el cuerpo de los otros. Privarlos de libertad, robarles a sus bebés, torturarlos, matar, tirarlos al río. Tiranía es abuso de poder. La tiranía del patriarcado también es abuso de poder. El represor se cree con derecho a actuar sobre el cuerpo del otro y lo hace, y también tiene el goce infinito, que le significa poder hacerlo.
Con las mujeres argentinas pasa algo parecido.
¿Quién asume la responsabilidad del autoritarismo que significa poder decidir y disponer de los cuerpos de las mujeres? Para sexo gratis o no, para violaciones, para hacer negocios con sus cuerpos, para la reproducción obligatoria.
¿Quién asume la autoridad de exigir una maternidad forzosa y de esa manera incidir dramática o trágicamente sobre su cuerpo y también sobre su vida?
¿Quién es el que es capaz de meter mano en la cabeza de las mujeres, culpabilizándolas y confundiéndolas?
¿Quién borra su subjetividad y las hace desaparecer como sujetos de la democracia?
¿Una jueza jibarizada, que no sabe nada de psicología ni de la condición humana, con mentalidad machista y sin sensibilidad?
“La verdadera libertad es cuando cada argentino (argentina) pueda decidir la vida que quiere tener”, dijo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en el municipio de Magdalena, este jueves que pasó.
Eso que ella dijo es exactamente lo que las mujeres argentinas queremos: ¡decidir la vida que queremos tener! Pero resulta que no nos dejan.
Las mujeres con dinero pueden elegir y decidir. Las mujeres que no tienen dinero intentan decidir, pero muchas se mueren de-sangradas. No pueden pagar un aborto, se lo tienen que hacer ellas, lo hacen mal, muy mal, y se mueren. La doble moral es así.
Las niñas quieren volver a vivir sus vidas, un poco mejor (de lo que fue hasta ahora).
A ellas las abusan sus padres, las abusan jueces y juezas, las abusan leyes y prejuicios, las abusan las iglesias y sus dogmas viejos, las abusan los médicos que se desentienden, las abusan los abogados que no las defienden, las abusan los grupos pro vida. Una larga fila de adultos abusadores, varones y mujeres, de fe patriarcal y sensibilidad machista, que necesitan castigar, dañar, enloquecer, matar mujeres.
Abuso de poder. Abusa el abusador y abusa la jueza machista. Acto criminal de ultraje y represión. Ellas, las abusadas y embarazadas, no existen para los abusadores. No importa qué edad tienen. No importa si están embarazadas de sus propios padres (biológicos o no). No importa que ellas no quieran. Entonces, ¿qué es lo que sí importa?
Las mujeres argentinas queremos ser libres y soberanas sobre nuestros cuerpos, es nuestro territorio. Queremos ser libres y defendernos de los abusos y los excesos que el patriarcado se permite con nosotras. Somos adultas, maduras y queremos elegirnos como prioridad en nuestras vidas.
Sabemos que la priorización del no nato en muchos casos es una impostura, una hipocresía más de la doble moral que encubre las formas con que se disfraza el femicidio.
Q Psicóloga y escritora. lmizrahi@pachami.com
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