Este cuento nació a contragolpe. Es un cuento de
Lo escribimos letra por letra, palabra por palabra.
Somos quienes somos. Ustedes tal vez nos reconozcan.
El golpe pretendió interrumpir nuestros cuentos.
Ustedes pueden sacar cuentas. 30000 veces. 34 años.
Cuentas y cuentos contados a contragolpes.
Aquí estamos, compas, haciendo cuentos, contando con quienes están luchando todavía, o con quienes empiezan a luchar.
Aquí estamos. Aparecimos en los juicios contra los genocidas, con nuestras miradas que acusan, que no perdonan, que no olvidan.
Llegamos en la mirada de nuestros hijos e hijas, de nuestras madres, de nuestras hermanas y hermanos.
Llegamos cantando, golpeando el bombo contra la impunidad. Como antes, como siempre.
Aquí estamos. Contando nuestro cuento.
No somos parte del ejército de arrepentidos. No somos de las legiones de reconciliados. Somos lo que fuimos. La molestia. El desafío. La piedra en el aire.
Sólo nos faltan los cuerpos. Nuestra lucha y nuestros sueños acá están. Danzan y cantan con las rebeldías. No festivalean la memoria. La encienden.
Acá estamos. No nos planten que interrumpen nuestra marcha. No nos enmarmolen, que nos aplastan en la piedra.
Somos quienes ya nunca podrán atrapar en homenajes sin revoluciones.
Somos quienes fuimos. No queremos sentarnos con el pepe en la otra orilla de las reconciliaciones.
No queremos que haya justicia para nosotros y nosotras, y que reine la injusticia para nuestros pibes, los del gatillo fácil, los que mueren en comisarías, a los que revienta la maldita policía.
La justicia, compas, es para todas y todos; o no es.
Aquí venimos a contar nuestro cuento, a contragolpear con nuestras cuentas.
Venimos porque queremos que juzguen no sólo a un grupito de criminales que creían exterminarnos desde su Olimpo. Queremos ver sentados en los Tribunales, a los que mataron o mandaron matar en El Salvador, en Nicaragua. A los que entrenaron a los asesinos en Honduras. Asesinos que siguen haciendo golpes, porque aprendieron bien sus lecciones.
Cuento a contragolpe. Acá estamos. Somos
Nos gusta el desorden de las rebeldías. Nos gusta estar donde se cree que el orden ya se restableció, para patear el tablero con nuestras sombras.
Nos gusta marchar. Nos gusta pintar las paredes con el nombre de ella, la compañera. De ella,
Somos
Nos gusta colarnos en los lugares inesperados, y asustar a algún burócrata que se dice compañero.
Nos gusta entregar nuestra memoria para otras batallas.
Para exigir justicia por Javier Chocobar, asesinado por ser de un pueblo originario que reclama su derecho a la tierra. Para poner a la justicia racista que los liberó, en la cuenta de los enemigos del pueblo.
Para exigir con Natalia Gaitán, asesinada en Córdoba por ser lesbiana, que se lleve al banquillo de los acusados, a su asesino, y a la cínica lesbofobia.
Para reclamar por las desaparecidas en democracia, víctimas de las redes de trata y prostitución.
Para pedir cárcel para Sobisch, asesino del maestro Carlos Fuentealba.
Para exigir que Duhalde, y los responsables del asesinato de Darío y Maxi, no puedan volver a ejercer la política pública, y para que sean de una vez por todas juzgados por sus crímenes.
Éste es nuestro cuento. Es el cuento de quienes no nos cansamos de pelear.
Claro, los que se cansan son los cuerpos, y nosotros, y nosotras, ya no tenemos los nuestros. Es nuestra ventaja. Vamos livianos y livianas por el mundo. Podemos volar. Podemos navegar. Podemos amar. Podemos hacer cuentos sin cuerpo. Cuentas que nadie paga. Encender cuantas hogueras veamos en cenizas.
Cuenteamos a contragolpe.
Es marzo. Algo revienta nuestra alegría y no es la ausencia.
¿Cómo contarlo? Nos revienta la tibieza contada en nuestro nombre.
Venimos en marzo a defender la alegría. Una alegría que no encaja. Una alegría subversiva. Una alegría que desparramamos a puro cuento… un cuento intranquilo… un cuento a contragolpe.
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