"Cultura subyugada, interrupciones y resistencias sobre lo femenino",
que cuenta con la participación de artistas procedentes de EEUU, Alemania, Argentina, Canadá, Irán, EEUU, Barbados, Uganda, India, Tailandia, Japón, Pakistán, Suiza, China, Cuba, Brasil, Hong Kong, Francia e Inglaterra.
Fotografía, gráfica, dibujo, objeto, pintura, escultura, mini-instalación, video-arte, video-ensayo, video-performance y video-experimental
Yo no recuerdo mi nombre", dice sin dramatismo, en primer plano, una mujer marroquí que emigró a España hace años. Cuenta que apenas llegar, fue renombrada "Fátima", sin que interviniera su voluntad. Al parecer, a quienes contrataban sus servicios como empleada doméstica les parecía un nombre con resonancias árabes pero más accesible a la pronunciación castiza. Fátima dice que ahora se sorprende cuando, muy de vez en cuando, recibe un llamado de su familia y la mencionan bajo otro nombre, que ya no se molesta en dar a conocer, como si no importara. Después de escuchar a Fátima, ya no es posible llamar inocentemente "Mary" a la cajera del supermercado chino. El caso de Fátima aparece en el video-ensayo Vistas domésticas dentro del proyecto artístico itinerante "Cultura subyugada, interrupciones y resistencias sobre lo femenino", que se expone hasta el jueves 22 en las dos sedes del Fondo Nacional de las Artes. La muestra, curada por Graciela Ovejero, resulta un ejemplo de "arte comprometido" actual. Aunque en los fundamentos curatoriales de Graciela Ovejero no se menciona al feminismo -que está indudablemente en el horizonte de la selección de artistas que se ha convocado- se trasluce una estética deudora del movimiento que cuestionó los estereotipos de género, las desigualdades entre los seres humanos y el punto de vista de la representación. Las obras de "Culturas subyugadas..." aluden al cuerpo humano como campo de significación; algunas impactan en la sensibilidad y otras agudizan la reflexión, y sobre todo se comunican entre sí. Muestran, como sugiere Ovejero, "una red particular de intercambios que afectan e interesan a las mujeres, biológicas o no, y a otras subjetividades no exclusivamente masculinas". Más allá de su, acaso, excesiva discursividad (gran parte de las obras expuestas están acompañadas de textos escritos que "completan" el sentido), el conjunto, en su heterogénea combinación de estéticas y lenguajes, resulta provocador. Están los vestidos de Mabel Temporelli (Argentina), calados a cigarrillo encendido, para conmemorar a las mujeres torturadas en la última dictadura. También hay obras que iluminan la contemporánea "feminización de la pobreza" y otras que interrogan estéticamente a la violencia doméstica. Y muchas que bucean en la construcción/deconstrucción de los géneros sexuales. Una mención especial para las, afortunadamente convocadas, Guerrilla girls, el enigmático grupo de artistas/activistas que proclaman con ironía algunas ventajas de ser una mujer artista. A saber: Trabajar sin la presión del éxito. Saber que su carrera tomará impulso después de haber cumplido los 80 años. Tener la certeza de que cualquiera sea la clase de arte que produzca será etiquetado como "femenino". Tener la oportunidad de elegir entre carrera y maternidad. No padecer la vergüenza de ser llamada "genio".
Firmado: Guerrilla Girls por Sara Rivera
No sabemos quién se esconde detrás de esa firma. No hay nombres, una de las premisas de este grupo de mujeres es el anonimato: "Si publicásemos nuestros nombres, destruiríamos el anonimato, y por tanto, nuestra efectividad, y nuestras carreras como artistas se acabarían, se morirían", afirmaron varios miembros del grupo durante una entrevista realizada en el año 1990. El anonimato les permite un círculo de acción mayor, y por otro lado les permite centrarse en sus intereses como colectivo y no en su individualidad como artistas. Como nombre "de guerra" utilizan aquellos de artistas mujeres y escritoras, en general ignoradas, o al menos nunca equiparadas a los nombres masculinos a lo largo de la Historia del Arte con mayúsculas. Escogen nombres como Frida Kahlo, Georgia O´keeffe o Artemisa Gentilleschi para ocultar tras ellos sus verdaderas identidades, con el fin de aumentar su fuerza, de abrirles el hueco que hasta hoy la historia de la pintura les ha negado.
Firman como Guerrilla Girls, y se autodenominan "Conciencia del mundo del arte". Exactamente ese es el objetivo que lleva a este colectivo de mujeres a unirse a partir del año 1985 para denunciar la discriminación por sexo y raza en el mundo del arte en particular, y en la sociedad por extensión. En un momento de especial conservadurismo, surgieron en Nueva York una serie de grupos que trataron de remover la conciencia del Estado a favor de los sectores más abandonados de la estructura social. Guerrilla Girls observaron que se había producido un gran aumento en el número de mujeres matriculadas en Escuelas de Bellas Artes, o dedicadas profesionalmente al mundo artístico, y sin embargo las artistas femeninas no ocupaban siquiera un 10% de las grandes exposiciones organizadas por galerías y museos.
Si Linda Nochlin se preguntaba ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas? para analizar esa gran ausencia, y otras artistas como Barbara Kruger o Judy Chicago enfocaron su obra a romper los estereotipos que se habían impuesto a la identidad femenina y reivindicar por fin el papel que les corresponde, las Guerrilla Girls se propusieron directamente avergonzar, señalar con el dedo a esas instituciones que mantenían y alimentaban la discriminación. Sus obras buscan un mensaje radicalmente directo, no pueden ser más elocuentes. En 1989 colocaron un cartel frente al Metropolitan Museum de Nueva York con la pregunta:
¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Metropolitan? Menos del 5% de los artistas en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero un 85% de los desnudos son femeninos.
El texto está escrito sobre una reproducción de la Gran Odalisca de Ingres, uno de los iconos femeninos de tono erótico más conocidos dentro de la tradición artística del sistema patriarcal, llevando una máscara de gorila. El impacto visual que produce la máscara de gorila sobre el cuerpo desnudo constituye una crítica al estereotipo femenino de mujer como objeto de deseo, rompiendo la función de contemplación para la mirada de un espectador evidentemente masculino. No sólo aparece en sus obras esa máscara, también ellas la llevan, afirman que con este gesto se unen a la larga tradición masculina de vengadores enmascarados, al mismo tiempo que subordinan su identidad al fin común.
La palabra clave de todas estas reflexiones es la ironía. Se acabó la imagen de la feminista cabreada, tan desvirtuada por la crítica, aquella figura que los discursos antifeministas han querido desacreditar veladamente para conseguir que aquella independencia que perseguían no lleguase demasiado lejos. Como afirma Amelia Jones, la feminista es un enemigo amenazante al status conservador, la figura de la mujer autosuficiente da miedo:
"La reciente resurrección de esta fantasía patriarcal por derecho bajo el disfraz de "valores familiares" es un síntoma de la ansiedad masiva del sistema patriarcal, señalando una reacción de formación contra la amenazante incursión de las mujeres en la fuerza de trabajo y, más recientemente, en la arena política"
La ironía se convierte aquí en un arma, dobla su efectividad gracias a lo directo del mensaje, y su radicalidad se ve completada por el uso de imágenes de gran impacto visual. Esta conjunción deja sin argumento posible a la institución que recibe el ataque. No es casual que la ironía y el sarcasmo hayan sido habitualmente relacionados con la identidad femenina. Si el humor ha estado presente en lo que llamamos postmodernidad, ha sido en relación con la mujer cuando se ha utilizado con mayor énfasis. Jo Anna Isaak habla de las mujeres desde su capacidad de vivir y trabajar con el concepto de "jouissance", el exceso, el disfrute de ir más allá de lo establecido o llegar al sin sentido; la risa como estrategia revolucionaria, lo orgásmico, la relación con el inconsciente
Ironía dentro de un compromiso; del mismo modo que su actividad ha crecido hasta alcanzar un ámbito internacional, han llevado sus objetivos de crítica y reivindicación más allá del campo del arte. Otros carteles aluden a otros excluidos sociales por otro tipo de causas diferentes a la de raza o sexo, carteles como el que pregunta:
¿Cuál es la diferencia entre un prisionero de guerra y una persona sin casa? Respuesta. Bajo la convención de Ginebra, un prisionero de guerra tiene derecho a comida, refugio y atención médica.
Guerrilla Girls son el punto combativo en una evolución que empezó con la labor de mujeres aisladas que poco a poco se han unido para luchar contra aquello que se ha llamado "el problema que no tiene nombre", luchar por un espacio propio y no impuesto por las presiones sociales, y que crece solidariamente buscando también la no discriminación de otros grupos marginados. Si el movimiento comenzó desde posturas interiores reunidas por una empatía que las empujó a trabajar de manera colectiva, Guerrilla Girls constituyen el momento de hacer esa presencia pública y fuerte, en sus palabras: We could be anyone; we are everywhere.
1 comentario:
Hola Liliana, me pareció muy interesante esto de las guerrillas girls, buscaré más al respecto.
De paso, quería pedirte si podías actualizar el banner de mi blog, pues ya pasó el primer aniversario y ¡ya hasta cambié de dirección!
Gracias de antemano y un abrazo.
Publicar un comentario