Marcos Ana visitó nuevamente
“Preso desde mi infancia/ y a muerte mi condena,/ mis ojos van secando/ su luz contra las piedras”. Detenido en 1939, cuando tenía 19 años, pasó por distintas cárceles. Allí a pesar de la dureza del vivir cotidiano, fue puliendo su ternura y su sensibilidad. Desde que salió en libertad, en 1961, se dedicó a la tarea de la solidaridad con sus compatriotas que continuaban en la cárcel o el exilio, y luego con otros perseguidos en el mundo. “Soy un hijo de la solidaridad”, afirma sin vueltas, y no duda en andar por el mundo para hacer llegar su corazón abierto a las causas en las que cree y a las que apoya sin vacilaciones.
Conocer a Marcos Ana es aproximarse a una generación. Aquella que imaginó un mundo diferente, e intentó hacerlo en las orillas de
- Pareciera que en nuestros países ha sido necesario el paso de tiempo, al menos de unas tres décadas, para poder procesar la experiencia y reelaborar la memoria. En el Cono Sur de América Latina, después de 30 años de dictaduras, aparecieron una cantidad de libros sobre la memoria colectiva. ¿Cómo es ese proceso en España?
Marcos Ana: Hay mucho que se ha ido produciendo, pero lo que es triste es que en tantos años de democracia, nosotros no hayamos sido capaces de recuperar completamente nuestra historia. Y es más, hay muchísimo interés en silenciarla y también en falsificarla. Ahora hay un movimiento de nietos muy interesante, jóvenes que están tratando de recuperar la historia, que nunca habían sabido de qué murieron sus abuelos, si fue de pulmonía o de qué. A pesar de que ya llevaban 30 años de democracia, la familia todavía tenía miedo a contar la verdad a los hijos y a los nietos. El movimiento, que se llama Memoria y Libertad, anda buscando las pistas de los abuelos. Buscando el sitio donde pueden yacer. Muchos recurren a mí, porque como he estado en tantas cárceles, he estado tantos años en prisión, quizá pueda reconocerlos. Me traen cartas, fotografías. Me preguntan.
En España recién a fines del año pasado se consiguió que a nivel institucional el Parlamento otorgase una ley de la memoria histórica. Pero es una ley flaca, que oculta muchas cosas. La consideramos un paso positivo, evidentemente, porque una de las cosas que tiene, por ejemplo, es que por ley tiene que desaparecer toda la simbología franquista de las calles y de las plazas, que todavía existe y que es un insulto para la gente que hemos sufrido la dictadura. Pero tiene muchas insuficiencias, como es que no se reconoce de manera abierta y pública, y sobre todo institucional, la contribución de los demócratas y revolucionarios españoles al régimen de libertades que hoy tenemos. Una cosa muy importante es que no se hayan anulado automáticamente todos los procesos y condenas dictados o ejecutados por la dictadura franquista, por tribunales ilegales. Todavía seguimos luchando cuerpo a cuerpo por esto. A mí me dejó impresionado, y además me llenó un poco de vergüenza, por no haber podido lograrlo todavía, lo que se realizó por ejemplo en Uruguay. Estuve recién en Uruguay, en el Palacio de
Igual me pasó en Venezuela cuando estuve ahora, en
- Su poesía acompañó la resistencia de muchos hombres y mujeres latinoamericanas que estuvieron en las distintas cárceles de las dictaduras; y de muchos jóvenes que aprendieron con ella la dignidad. ¿Cómo fue su acercamiento a la poesía?
Yo poesía no había escrito nunca, hasta el año 50, en la prisión de Burgos. Pero siempre, desde joven –yo ingresé a los 16 años, cuando era un chiquillo, a
- Que son poemas nacidos de su exilio en Argentina… ¡cuántos cruces en esta historia!
Claro. Y allí en la celda yo los leí mil veces. Hasta que me encontré con la necesidad de escribir, porque había una cadencia musical que subía de mí mismo. Entonces memoricé unos poemas (porque no tenía papel ni lápiz). Y cuando salí al patio general, donde había poetas ya conocidos y consagrados, me dijeron: “sí, es importante lo que hiciste. Te falta la carpintería del poema, pero la vida que esto tiene…”. Saqué los primeros poemas clandestinamente, como el náufrago que lanza una botella al mar, que no sabe a dónde va a llegar. Para mí fue una sorpresa enorme cuando recibí de México un pequeño libro en el que venía puesto: “Marcos Ana. Poemas de la prisión” y el dibujo de Picasso con la paloma entre rejas. Entonces me di cuenta que era un arma más para luchar por mi libertad y la de mis compañeros, no pensando que iba a ser un poeta conocido, sino que era una forma de seguir luchando por nosotros.
Mis poemas los he echado a andar por el mundo, y nunca he negociado con ninguna editorial. Por eso no tengo ningún libro de poemas editado. Porque yo sacaba los poemas y quienes los editaban eran los Comités de Solidaridad, sobre todo en América Latina, por el idioma. Después supe de muchos libros que se habían impreso, incluso un disco, del que me entregaron un ejemplar. Ahora quiero hacer una antología poética, porque no existe, y no se encuentran en las librerías mis poemas. Pero estoy en el período en que tengo que recuperar muchos poemas que andan desparramados. Hace poco me llegaron unos traducidos en Japón, fíjate. Otros me han mandado de Turquía. Soy uno de los poetas más traducidos y menos publicados. Porque yo nunca publiqué, me publicaron siempre ¿no? En Venezuela sí han hecho ahora un libro, que es una aproximación a una antología poética. Ahí había un centro de solidaridad que se llamaba “Libertad para España”. Hicieron un libro con poemas míos que les habían llegado, y que se titulaba: “Te llamo desde un muro”. Viven todavía algunos de los que formaban ese Comité de Solidaridad, pintores que dibujaron ahí. Y como yo iba ahora a Venezuela, sin decirme nada, como un homenaje particular, editaron otro libro basándose en el libro aquel, y buscando más poemas a través de un compañero que trabaja conmigo, un sociólogo que tiene en su ordenador todo lo mío, -y que tiene una novia en Venezuela, por eso resultó más fácil-. Él les dio unos 30 o 40 poemas más de lo que tenían. Y han hecho, ya te digo, un pequeño universo, un libro muy bonito, muy bien hecho...y es lo único que se ha hecho así, pues ya te digo, libros sueltos hay muchos: franceses, italianos, traducidos y tal. Pero ahora yo quiero hacer una buena antología poética. Incluso compramos algunos poemas por internet. Se pide: “quien tenga algún poema de Marcos Ana, que lo mande”. Y nos han llegado algunos. Estamos en ese período de búsqueda. Pero como yo no tengo tiempo para nada, ni para ponerme enfermo, soy un extraterrestre, como dice la gente. Con mis 88 años no paro de viajar. Siempre estoy en el aire, y es más fácil encontrarme en la esquina de una estrella que en el barrio de Retiro de Madrid, donde vivo. Yo creo que eso contribuye también a que me mantenga. Porque yo siempre pienso, y se lo digo a los compañeros de mi generación, que mientras hay proyectos la juventud permanece, la juventud por lo menos mental ¿no? Sólo cuando esos proyectos terminan, es cuando se muere uno. La muerte real es cuando uno deja de tener curiosidad por la vida, cuando no hay proyectos. A mí me sobran los proyectos. No tengo tiempo. A mí me da mucha pena cuando veo a compañeros míos que han tirado la toalla. Siguen siendo dignos, como es natural, pero no piensan más que en esperar la última hora. Y son más jóvenes que yo muchos…
- Usted recupera de Jorge Manrique la idea de que “nuestras vidas son como ríos que van a dar a la mar… que es el morir”. Así la muerte viene también con mucha actividad.
Sí, yo digo que ahora no viene rodeada de fusiles, donde podía existir la conmutación, como existió; ahora ya viene con su ley natural bajo el brazo, y es entonces inapelable.
- Me impresionó el relato que hace en el libro (Decidme cómo es un árbol), de su encuentro con Pablo Neruda, cuando él le pide que le cuente la muerte de Miguel Hernández, con quien usted compartió la prisión. Me conmovió ese diálogo continuo entre los poetas de aquella generación.
Es que Neruda lo quería mucho a Miguel Hernández. Él le decía: “tú eres el fuego azul de la poesía”. Y en verdad era un hombre impresionante. Yo coincidí con Miguel Hernández en la prisión, aunque ya le conocía de antes. Miguel murió de una manera tremenda, de una tuberculosis purulenta, en la cárcel. O sea, murió de franquismo, realmente, en el año 1942.
Cuando fui por primera vez a Isla Negra, pasé la primera noche en la casa de Pablo, y estuve con él hasta altas horas de la madrugada, yo le contaba esta historia y otras de las historias más tristes y más hermosas. Luego cuando terminamos él me dijo: “somos unos insensatos, si hubiéramos grabado lo que tú has contado aquí esta noche, tendrías un libro estremecedor”. Yo le digo: “Pero Pablo, si eso va aquí conmigo, es mi vida”. Y me dice: “no, mira, las palabras se las lleva el viento; y lo que no se pone sobre el papel, no permanece”. “Es verdad”….le dije… “pero lo haré alguna vez”. Y me dijo: “sí, pero no tardes mucho, porque hasta las cosas más humanas, terminan mecanizándose; y tú objetivamente contarás lo que has vivido, pero con el temblor que ha habido esta noche, no lo podrás conseguir si tardas mucho”. Y es verdad, porque en los primeros tiempos era muy difícil que no se me rajaran los ojos de lágrimas, o que no me entrecortara, porque no podía seguir más de la emoción. El rostro de mis camaradas estaba muy vivo en nuestra tragedia. Ahora puedo hablar de ellos igual, pero ya lo haces ya con cierta distancia, casi profesionalmente.
- Usted siempre se refiere a un “yo” que es también un “nosotros”. La memoria no es sólo de su vida, sino que es la vida de una generación.
José Saramago en el prólogo del libro dice una cosa muy bonita, que a mí me ha satisfecho. Todo el prólogo es una hermosura, es un canto a la dignidad. Él dice: “Leyendo el libro, uno comprende que Marcos Ana no se ha mirado complacido en el espejo. Ha roto el espejo en mil pedazos para que en cada fragmento se vea el rostro de sus camaradas. Y aquí en el libro el yo se convierte en nosotros”.
Es verdad, porque aunque escribo a través de anécdotas de lo que he vivido, es la historia de una generación: la generación de los vencidos. Yo he procurado que sea un homenaje a todos.
- Habla usted de los “héroes oscuros”….
Sí, los seres oscuros, aquella gente que no tiene nombre, no tiene rostro conocido, o la conoce muy poca gente, y que sin embargo ha sufrido lo mismo que yo. A veces me da vergüenza. Por eso siempre que me hacen un homenaje, suelo decir al finalizar que me dejen transferir ese homenaje a todos los hombres y mujeres que en España, en América Latina, en cualquier parte del mundo, han luchado y siguen luchando por la libertad. Y me siento muy a gusto, porque me molesta cuando se quiere singularizar en mí lo que ha sido una gesta colectiva.
- Usted cuenta esto en relación a su primer viaje a Cuba, qué peleó bastante para que el homenaje que ahí le hicieron fuera colectivo. ¿Cómo fue su encuentro con esa Cuba que tuvo tanta relación con la resistencia republicana?
Bueno, te puedes imaginar lo que fue para mí. Fue como la primera vez que fui a
Siempre cuento la anécdota con el Che, que es tan aleccionadora. La conté hace poco en la zona de Málaga, donde hay una corrupción enorme -que no afecta a Izquierda Unida, sino a otros partidos-. Yo aproveché para contar, en una reunión de concejales de Izquierda Unida, la anécdota del Che, cuando termina diciéndome: “Marcos, los comunistas tenemos que ser sencillos y austeros, sobre todo cuando estamos en el poder”. Yo les decía a los concejales: “recuerden siempre esta anécdota, para que la corrupción no nos toque jamás a nosotros; no tengan la tentación de caer en la corrupción”.
- Una vez Fidel ofreció canjearlo por los prisioneros de Playa Girón.
Sí, fue en el 61. Lo hizo no sólo por mí, también por otros presos, como el líder de Puerto Rico, Pedro Albizu Campos, y un líder negro preso en los Estados Unidos. Fue gracioso, porque entre los presos de Girón, había un cura que se había tirado con paracaídas. Cuando hablé por primera vez con Fidel, yo le decía: “y bueno, haberme cambiado por un obispo por lo menos”… Pero sí, visitar Cuba fue muy emocionante y sigue siéndolo. Me emociona mucho porque es uno de los últimos territorios socialistas que nos quedan, aún con sus imperfecciones. La perfección es fascista. La imperfección es casi natural, y hay que ir superando cada vez y poco a poco las cosas. Nunca llegaremos a la perfección completa.
- Usted ha asegurado que la experiencia puede ser contrarrevolucionaria si se vuelve conservadora.
Sí, es una cosa que escandaliza a los compañeros. Lo digo en el sentido de que si tú la experiencia que tienes, la consideras como un patrimonio personal, no la reúnes con este tiempo, no la actualizas, se puede convertir en un tapón frente al impulso y la iniciativa de la juventud. Yo hablo mucho con los jóvenes. Y claro, ellos buscan caminos. Parten de una base que a lo mejor no es justa del todo, que es que los partidos han fracasado, y que hay que encontrar nuevas salidas. Buscan formas asamblearias, hacen concentraciones frente a los poderosos. No están seguros de qué caminos hay que seguir, pero sí están seguros que los que se han seguido hasta ahora han fracasado. Es un impulso extraordinario. Y vale más el impulso, la iniciativa de la juventud, a veces, que la experiencia de los mayores. Yo soy vicepresidente de
- Hay una gran influencia de republicanos que apoyaron los procesos revolucionarios de América Latina, influyendo en distintos aspectos, desde la formación militar hasta la educación política. Algunos han sido legendarios… ¿Tuvo contacto con esos compañeros? Esto no es tal vez tan conocido en las nuevas generaciones de jóvenes...
En Cuba, un asesor principal de Fidel era un compañero, dirigente republicano. También el asesor de Raúl Castro, era un coronel del Ejército republicano, y había un buen grupo de militares que habían apoyado mucho. Y no sólo en el terreno político o militar, también en el terreno cultural. En México el exilio español enriqueció mucho la vida cultural, la vida de las universidades. El exilio español contribuyó, evidentemente, en toda América… Yo, te digo, era más conocido fuera de España que dentro mismo, por obra de la solidaridad. Por eso cuando la noche cayó sobre los pueblos del sur de América, me dediqué por entero a la solidaridad. Transformamos la organización que tenía de solidaridad con España, para atender a los compañeros de aquí que llegaban allí huidos. Yo siempre me he movido en este campo, porque me considero un hijo de la solidaridad.
Este poema lo escribí cuando ya tenía 22 años encarcelado, y empezaba a olvidar las cosas más normales de la vida. Porque antes a través del sueño salía en libertad, llegaba a mi familia, en fin. Pero llegó un momento en que la cárcel se impuso como la única protagonista de mis días y mis noches. Y en ese momento, cuando estaba empezando a olvidar las cosas más elementales, escribí este poema: “Decidme cómo es un árbol. / Decidme el canto de un río/ cuando se cubre de pájaros./ Habladme del mar. Habladme/ del olor ancho del campo./ De las estrellas. Del aire./ Recitadme un horizonte/ sin cerradura y sin llaves/ como la choza de un pobre./ Decidme cómo es el beso/ de una mujer. Dadme el nombre/ del amor: no lo recuerdo./ (¿Aún las noches se perfuman/ de enamorados con tiemblos/ de pasión bajo la luna?/ ¿O sólo queda esta fosa,/ la luz de una cerradura/ y la canción de mis losas?)/ 22 años. Ya olvido/ la dimensión de las cosas,/ su color, su aroma…/ Escribo
a tientas: “El mar”, “El campo…/ digo “Bosque” y he perdido/ la geometría del árbol./Hablo por hablar de asuntos/ que los años me borraron./ … … … … … … …
(No puedo seguir: escucho/ los pasos del funcionario).
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