jueves, 6 de agosto de 2009

la rosa de hiroshima

El 6 de agosto de 1945, la ciudad japonesa de Hiroshima, situada en Honshu, la isla principal del Japón, sufrió la devastación, hasta entonces desconocida, de un ataque nuclear. Ese día, cerca de las siete de la mañana, los japoneses detectaron la presencia de aeronaves estadunidenses dirigiéndose al sur del archipiélago; una hora más tarde, los radares de Hiroshima revelaron la cercanía de tres aviones enemigos. Las autoridades militares se tranquilizaron: tan pocos aviones no podrían llevar a cabo un ataque aéreo masivo. Como medida precautoria, las alarmas y radios de Hiroshima emitieron una señal de alerta para que la población se dirigiera a los refugios antiaéreos.

A las 8:15, el bombardero B-29, “Enola Gay”, al mando del piloto Paul W. Tibblets, lanzó sobre Hiroshima a little boy, nombre en clave de la bomba de uranio. Un ruido ensordecedor marcó el instante de la explosión, seguido de un resplandor que iluminó el cielo. En minutos, una columna de humo color gris-morado con un corazón de fuego (a una temperatura aproximada de 4000º C) se convirtió en un gigantesco “hongo atómico” de poco más de un kilómetro de altura. Uno de los tripulantes de “Enola Gay” describió la visión que tuvo de ese momento, acerca del lugar que acaban de bombardear: “parecía como si la lava cubriera toda la ciudad”.

Tokio, localizado a 700 kilómetros de distancia, perdió todo contacto con Hiroshima: hubo un silencio absoluto. El alto mando japonés envió una misión de reconocimiento para informar sobre lo acontecido. Después de tres horas de vuelo, los enviados no podían creer lo que veían: de Hiroshima sólo quedaba una enorme cicatriz en la tierra, rodeada de fuego y humo.


intervención sonora de Adrián Gargiulo sobre la versión que Antunes hace de 'la rosa de hiroshima', poema de Vinicius de Moraes, con su traducción en mi voz...



Los niños que nunca crecerán

Poema dedicado a la cuota de dolor y de muerte, al cerco hostil al que el imperialismo mantiene sometidos a nuestros niños, bien fuera en Hiroshima, Palestina en Iraq o en “cualquier rincón oscuro del Planeta”

A los niños palestinos e
iraquíes asesinados.
A los que, en Hiroshima y Nagasaki,
fueron convertidos en polvo nuclear.
A todos los niños que en el mundo,
son víctimas de la injusticia.
Porque tu padre nombra tu recuerdo:



“A mi pequeña,
dulce y alegre Kimuyo..”
Sé que definitivamente sonreirás.
¿Qué otra cosa, princesa,
podías estar haciendo,
unos segundos antes de ser desvanecida,
convertida en polvo nuclear
y esparcida sobre la tierra, ya sin flores,
donde naciste?
Durante muchos años, tu visión, casi irreal,
se quedó sin cabida entre mis cosas.
¿Qué hombre, hijo de mujer,
podría dejar caer la muerte sobre tus rosas
o barrer de la faz de la tierra tus juguetes?
Luego crecí, Kimuyo,
traje al mundo mis hijos
y me sentí responsable de su suerte,
ensombrecida siempre por la maldad,
de los que no debieron nacer.
Pero nunca has dejado de vivir,
como tampoco has dejado de morir.
Solo que ahora claman por ti otras voces,
en otras lenguas
y rincones distantes de la tierra.
¿Eres acaso Kadisha, Fátima,
Yousef?
¿Te llamas Nacira o Mari?
Ocurre, Kimuyo, que no se desvanecieron como tú aquel seis de Agosto, en Hiroshima.
Es que siguen muriendo cada día,
en la lejana Palestina.
Y sucede, princesa,
que no se desintegran de repente,
sino muy lentamente.
Hoy no es el “Enola Gay”
el que viola su cielo.
Hoy no es “The little boy”, el enviado.
Sus nombres, más acordes con los requerimientos,
quieren borrar aquel inmundo sacrilegio verbal,pero no te confundas, mi pequeña,
se trata del mismo uranio, ahora “empobrecido”
e igualmente letal,
y ya los has aprendido: la muerte viaja en él,
la destrucción, la ruina
desgajando tus alas
hasta impedirte cargar una muñeca.
Y cuando no resuena
en tus oídos tiernos el motor lacerante,
la muerte llega aun,
cuando mantienen lejos de tus labios
la miel, el pan,la sal.
No habitas ya en la isla de Hoshu.
Eres ahora una pequeña niña de Bagdad,
que aprendió demasiado temprano a vigilar el cielo.
Porque esos,
los que no debieron nacer,
pretenden convertirlo en el largo camino de la muerte.
Por eso siembro rosas, Kimuyo,
porque crecí y viví en un país de rosas
y de sueños,
donde otros niños, que son como tú fuiste,
pequeña, dulce,
alegre,
pagan también su cuota de dolor y de muerte,
de cerco hostil.
Solo que ello, en vez de doblegarnos,
nos enseñó a crecer más fuertes,
abrazados al pensamiento de aquel,
que no pudiste conocer,
ni tampoco Kadisha, Fátima o Yousef,
Marie o Nacira.
Le llamábamos tan solo Che.
Había nacido en un país que te es ajeno,
pero nunca dejó de ser cubano.
¿Sabes, pequeña?
Argentina, su patria, es un pedazo del mundo
sumido en la tristeza.
Allí no sobrevolaron los aviones,
pero los niños desaparecieron de otra forma.
Aquí, en mi Continente,
el uranio tiene un nombre distinto,
puedes reconocerlo en la miseria
que no sabe de escuelas, de flores,
de hospitales.
Y los niños que mueren,
también permanecen, como tú,
sembrados en el dolor de mi memoria.

Niurka Lipiz

Notas:
*Kimuyo: Niña japonesa desaparecida mientras dormía en su cuna, en su casa de Hiroshima, el 6 de Agosto de 1945, nombrada por los haikus de su padre, Sumiko Tanaka (Ref. al poema Haikus, del autor cubano Félix Pita Rodríguez)

*Enola Gay: Nombre del avión norteamericano que dejó caer la primera bomba atómica lanzada en la historia de la humanidad.

*The little boy: Nombre jocoso con que los norteamericanos bautizaron al mortífero artefacto.


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Brindar la rosa
en el tiempo y el espacio mágico del aire radial.
Radializarla. Irradiarla.
Regarla con la poesía, la música, los dolores
y la esperanza que guarda la tierra.
Rehacer la rosa pétalo a pétalo,
Me quiere mucho,
muchito y todo.
Blindarla en el combate. Brindarla en el amor.
Risarla con alegre rebeldía.
La rosa brindada. Espacio de los intentos.


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