jueves, 15 de enero de 2009

la película de las mujeres

Cuento 5 - (otro del sup marcos)

Estaba yo comiendo una sopa de verduras con hartas calabazas (¡guácala!), y lo estaba haciendo con mucho gusto, gran alegría y desbordado entusiasmo, cuando, desde fuera de la champa de la Comandancia General del Ezetaelene, escuché la voz de la insurgenta Erika pidiendo autorización para pasar (¿escuchaste Toñita?). Ya en el umbral de la champa, la insurgenta Erika dice:

“Que dicen los compañeros de si pueden ver película”.

“¿Y cuál van a ver?”, le pregunto.

La insurgenta Erika duda, no contesta rápido.
“Bueno pues, claro te digo compañero Subcomandante Insurgente Marcos que no sé cómo te voy a decir”, por fin responde mientras se enrojece su rostro moreno.

“Mmh… bueno, pero quiere que van a hacer palomitas”, le dije para salvarla de un apuro cuyo motivo ignoraba, y para contrarrestar cualquier efecto nocivo que la calabaza pudiera provocar en mi delicado organismo (¡já!). Porque han de saber ustedes que los subcomandantes somos alérgicos a las verduras, sobre todo a las calabazas. Creo que es algo genético.

“Bueno pues”, dijo la insurgenta Erika y se fue corriendo.

Postrado panza arriba, en posición tipo la boa de El Principito de Saint Exupery, estaba yo muy arrepentido de comer tanta verdura, y quedé pensando y reflexionando si no sería bueno prohibir la sopa de calabazas en el territorio zapatista.

Regresó la insurgenta Erika con la medicina, quiero decir, con las palomitas de maíz, y se volvió a ir corriendo. Yo esperé a que se perdiera de vista para poder comer con la elegancia y buenas maneras que me caracterizan, o sea que le entré a las palomitas a puños.

Al rato, otra vez en posición de la boa de El Principito, estaba yo de nuevo muy arrepentido, tratando de digerir la sobredosis de palomitas. Entonces, como un relámpago, llegó un mi pensamiento: “¡Un momento! ¿Por qué la Erika no me pudo decir qué película iban a ver? Ha de ser de muchachas encueradas y por eso le dio pena decirme”.

No sin trabajos, me incorporé y dirigí mis pasos hacia el cuartel, que queda algo retirado de donde está mi champa.

Un resplandor azulado brotaba de la champa que hace de comedor, armería y punto de reunión de la célula de estudio político y actividades culturales. No se oían voces de insurgentes, sólo el ronroneo del pequeño generador y el sonido opacado de unos gemidos.

“¡Ajá!”, me pensé, “¡de modo que están viendo película de muchachas encueradas y no me invitaron! Ahorita los arresto a todos y me quedo yo solo viendo la película”.
Me acerqué sigilosamente para sorprenderlos como quien dice que en su delito, y entré sin que se dieran cuenta.

¡Oh desilusión! La película que estaban viendo era una de Jean Claude Van Dame y los gemidos que se escuchaban eran los de un pobre tipo, con rasgos de ciudadano adherente a la Otra Campaña, que estaba siendo golpeado con muchas patadas karatekas por el protagonista de la cinta.

“Mta magre”, dije en voz alta, “¿a poco ésa era la película que iban a ver?”

Al escucharme, los insurgentes e insurgentas se pusieron rápidamente en posición de firmes, detuvieron la proyección y encendieron la luz.

Dirigiéndome a la insurgenta Erika le pregunté: “¿Y por qué no me podías decir que iban a ver una película de karatekas?”

“Acaso era esta película, Sup”, respondió la insurgenta Erika y volteó a mirar a las demás compañeras, como pidiendo ayuda.

La insurgenta de sanidad entró al quite y declaró: “No compañero subcomandante, es que la película que íbamos a ver es una que trata sobre de la salud sexual, de las enfermedades y de la higiene y esas cosas”.

“Sí, de la SIDA”, dijo la Erika sintiéndose ya respaldada por las demás mujeres, pero todavía enrojeciendo de pena.

No es la primera vez que no entiendo nada de lo que hace mi tropa, así que encendí la pipa y esperé a que siguiera la explicación, que fue la siguiente:

Resulta que las insurgentas querían ver la película “de la SIDA”, usando las palabras de la Erika, y los hombres querían ver “León, peleador callejero” que, dicho sea de paso, ya han visto como 365 veces. No se ponían de acuerdo y discutieron y, como no debiera ser, ganaron las mujeres y vieron la película “de la SIDA”. Los hombres también, porque las mujeres les prometieron que, si veían la película “de la SIDA”, después verían la de Van Dame. Y cumplieron su palabra.

Tan-tan.

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Brindar la rosa
en el tiempo y el espacio mágico del aire radial.
Radializarla. Irradiarla.
Regarla con la poesía, la música, los dolores
y la esperanza que guarda la tierra.
Rehacer la rosa pétalo a pétalo,
Me quiere mucho,
muchito y todo.
Blindarla en el combate. Brindarla en el amor.
Risarla con alegre rebeldía.
La rosa brindada. Espacio de los intentos.


La rosa brindada

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