jueves, 19 de junio de 2008

"Por un pacto de verdades desnudas, un acuerdo sin cuerdas en el cuello"




Desde hace un tiempo, cuya medida exacta se pierde en un mar de calamidades, heridas sobre heridas sin tiempo a cicatrizar, hemos dejado de sentir los pies firmes sobre la tierra. Como si nada profundo nos perteneciera.

Pero ojo, que desnudos o desnudas ante el espejo nadie mira por nosotroas, eh?; quienes juzgan los concretos actos del bien y del mal, quienes naturalizan la banalidad?

Inmersos en la cultura del záping que se nos ha impuesto, de la belleza por cirugía, de la palabra descartable y de su mal uso y abuso, corridos por aquel individualismo que solo defiende lo que suene sus bolsillos o en sus bien aseguradas cajas de seguridad…

- cuánta insensibilidad!…me digo-.

A veces pareciera que todo lo profundo huye del ser, dijera Vicente Zito Lema, (a quien estoy citando aqui, sumándole algunas palabras). La única certeza es que el mundo en que vivimos sigue siendo terriblemente cruel y su falta de sentido puede repetirse sin respuestas.

Movidos, conmovidas, también sujetados y sujetas por semejante realidad, una siente que va de aquí para allá en los juegos del aire, que el destino decide en soledad, y que la liviandad del vínculo con el otro, con la otra, se convierte en una huella sobre nuestra propia sombra.

Sin embargo el presente existe, como un monstruo de mil brazos nos da golpes en el rostro y luego nos abandona con extrema frialdad.

Estoy harta de que nos roben las palabras, las formas de lucha, que traten de encandilarnos las miradas del mundo, harta de que nos quiten colores, que nos cambien las reglas, que unifiquen las voces…

Qué nombramos cuando nombramos pueblo, de quién hablamos cuando decimos hambre, qué sentimos cuando decimos campo, a quién llamamos cuando golpeamos puertas, la puerta de quien, las que abren qué???

Palabras y palabras, como aguas de río, de mar y de océano, me fueron dadas con amor en la infancia de mis primeros recuerdos, allá, en los horizontes pampeanos, en el gran patio de la casa de la calle 26.

Yo no quiero que me arrebaten ni las palabras ni la democracia…
No quiero que sea la Santa Tele ni la Santa Sede la que marque los pasos a seguir y caliente ánimos y desánimos.
Estoy harta de que la oligarquía se siente sobre mis espaldas y utilice mis métodos. Que me hable de su patria conservadora.
Tampoco quiero que mi vida sea tan insulsa que solo pueda verse en blanco y negro…Ni quiero que la hipocresía se siga instalando en las entrañas de esta sociedad…
Quisiera arrancar de cuajo la misoginia y el machismo…

No quiero que me arrebaten los sentidos reales ni simbólicos, no quiero que me mientan, ni quiero que se aproveche el momento para justificar leyes y prácticas represivas a futuro.

Si a las retenciones, si a la distribución, si a la organización por fuera de los poderes, si a la autonomía. Si al arco iris.

Antes de ahora era el hambre el que cortaba las rutas, - y el hambre sigue instalado en las entrañas de hombres, mujeres, niñas y niños-, deberemos apelar a toda nuestra creatividad para inventar nuevas formas de decir aquí estamos los desterrados, las excluídas, los expropiados, las explotadas, los que empujamos para cambiar al mundo…

Por un pacto de verdades desnudas, un acuerdo de humanidad, una firma de acuerdos sin cuerdas en el cuello.

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Brindar la rosa
en el tiempo y el espacio mágico del aire radial.
Radializarla. Irradiarla.
Regarla con la poesía, la música, los dolores
y la esperanza que guarda la tierra.
Rehacer la rosa pétalo a pétalo,
Me quiere mucho,
muchito y todo.
Blindarla en el combate. Brindarla en el amor.
Risarla con alegre rebeldía.
La rosa brindada. Espacio de los intentos.


La rosa brindada

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