viernes, 25 de diciembre de 2009

Bicicletas







Cuando choquen los planetas y el mundo se termine solo quedará una manera de escapar, la bicicleta.
Sobre dos ruedas y pedaleando fuerte se podrá llegar mas lejos que las balas y las esquirlas nucleares. Mas allá de las plagas, los gritos de horror y las nevadas de ceniza. Y si los planetas no chocan y el mundo no se acaba, quedará siempre, también, una forma de fugarse en bicicleta.
Como no hace ruido y sabe esfumarse a tiempo, nadie lo va a notar. En silencio y suavemente, como las hadas y los gatos, los hombres y las mujeres libres se podrán alejar del calor y la tristeza sin ensuciar el alma ni el ambiente y así va a ser posible para todos llegar sin prisa y sin pausa a cualquier punto de la tierra.
Como duendes burlones y obstinados los ciclistas van dejando atrás a los autos empantanados, a los aviones que estallan como globos en el aire, a los grandes y pesados camiones y aun a las naves espaciales. Los poderosos les temen cada vez más. Lo agentes de tránsito no saben como hacer para contenerlas. Unos y otros aceptan resignados que si alguna cosa está fuera del nuevo orden mundial, eso es la bicicleta.

Leonardo da Vinci la dibujó hace cinco siglos en un instante de inspiración suprema. Desde entonces hasta hoy evolucionó tan vertiginosamente que pronto va a convertirse en metáfora de sí misma. Ya no pesa casi nada, es veloz, es refinada, y un día va a volar, como lo anticipo el poeta José Pedroni. Montados en esa máquina secreta y sutil, los ciclistas se han convertido en los últimos anarquistas de este siglo. Circulando a contramano, pasando la luz roja, sobre la vereda, por caminos de tierra o sobre arenas lunares; ellos niegan una y otra vez las leyes del sistema y superan todos los esquemas conocidos en materia de libre albedrío.

Aun admitiendo que esa extraordinaria ubicuidad tiene su riesgos, ellos suponen, a la manera de las viejas vanguardias, que no existe ninguna corriente avanzada en el mundo que pueda imponer sus postulados sin sufrir bajas ni derrotas. Y que en cualquier caso hay que seguir pedaleando sin pausa hasta la victoria final.
La tarea no es fácil.. Los hombres se han aburguesado y se encapsulan en autos, colectivos, subtes y ascensores.
Lejos del viento, del sol y las estrellas fueron ganados por una existencia oscura, burocrática y carente de emoción. Los arrogantes defensores de la autopista global lograron por ahora implantar el encierro y el transporte de mercado como un modo de vida único y excluyente.
Pero no será por mucho tiempo. Las bicicletas volverán, volarán y serán millones.

Texto de Luis Gruss.



Las bicicletas que tatúan las paredes de Rosario, son un emblema de las luchas latinoamericanas por el cumplimiento de los derechos humanos y ya forman parte de la identidad de esta ciudad santafesina. Cuando tenga la oportunidad de recorrer sus calles, preste atención al arte callejero.

La proliferación de las bicicletas de Fernando Traverso se mezcla con otra leyenda urbana rosarina más reciente, también basada en hechos reales, también de violento y trágico desenlace. Por encima de las bicicletas estampadas en los muros de la ciudad empezó a aparecer esta leyenda: “¡Pocho vive!”. Los transeúntes que prestaban atención a estos mensajes de fuerte contenido político en la vía pública, se preguntaban quién era Pocho, de a poco empezó a revelarse el misterio. El Pocho, o el Ángel de la Bicicleta, empezó a tener su propio homenaje de graffities de bicicletas aladas que se sumaban a las de Traverso con estilo propio.

Claudio -Pocho- Lepratti era un hombre pacífico, según la gente que lo conocía, lo llamaban el ángel de la bicicleta porque recorría un barrio muy pobre en su medio de transporte a pedal, indagando y buscando ayuda para cada familia. En diciembre de 2001, en medio de la situación de crisis sociopolítica que vivía la Argentina, fue asesinado de un balazo en la garganta, mientras le pedía a la policía que no disparase contra el comedor infantil donde él colaboraba, ya que “adentro sólo hay chicos comiendo” –según fueron sus últimas palabras-.

León Gieco, representante emblemático de la trova de protesta latinoamericana, le dedica una canción que dice: “sacamos cuerpo, pusimos alas y ahora vemos una bicicleta alada, que viaja por las esquinas del barrio, por calles, por las paredes de baños y cárceles. ¡Bajen las armas! Que aquí sólo hay pibes comiendo…”

A veces, una pared pintarrajeada nos parece algo sucio, algo que contamina visualmente, pero como viajero atento, si se pregunta por el motivo, si agudiza el ojo, descubrirá las historias más ocultas de un pueblo que, la mayoría de las veces, no están disponibles para los turistas normales.

/texto tomado del sitio enviajes.com

2 comentarios:

Luis dijo...

Hola Liliana. Soy Luis Gruss y muy contento por ver mi viejo texto de bicis en tu blog. Te invito a conocer el mío: es:

suspendelviaje.blogspot.com

lo hago con mi
novia colombiana (andrea).

Andreico dijo...

Excelente, compañera... En Paraná voy y vengo en bicicleta...
Ciclistas del mundo, uníos!
Besos

Brindar la rosa
en el tiempo y el espacio mágico del aire radial.
Radializarla. Irradiarla.
Regarla con la poesía, la música, los dolores
y la esperanza que guarda la tierra.
Rehacer la rosa pétalo a pétalo,
Me quiere mucho,
muchito y todo.
Blindarla en el combate. Brindarla en el amor.
Risarla con alegre rebeldía.
La rosa brindada. Espacio de los intentos.


La rosa brindada

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