Soy educadora popular, feminista. Transito lugares habitados por el dolor y la esperanza de muchas mujeres que no entraron nunca en estos recintos. Mujeres que sobreviven cotidianamente, a pesar de las leyes y reglamentaciones que aquí se aprueban sin tenernos en cuenta. Quisiera acercar las voces de las excluidas, de las que no se cuentan en los conciliábulos que preceden las votaciones de las leyes. Aquí llega un eco de sus voces.
Somos desaparecidas sociales. Somos quienes ustedes nombran con el eufemismo que no designa ni a seres humanos ni a sujetos de la historia. Somos, cuando existimos, un problema.
Somos las mujeres, las travestis, las lesbianas, los gays, las vendedoras ambulantes, las personas en estado de prostitución, que no pudimos entrar a esta Legislatura cuando se votaban las reformas al código contravencional, para retrotraerlo como código de intolerancia, como ley del orden burgués y patriarcal. Somos las que recibimos el golpe de estas puertas cerradas en nuestras narices. Les preguntamos, señoras legisladoras: ¿Qué vale nuestra palabra cuando se decide sobre nuestros cuerpos? Les preguntamos también: ¿Qué sienten cuando deliberan entre vallas? ¿Para quiénes legislan? ¿Contra quiénes? ¿Cómo se sienten legislando en el corralito?
Somos desaparecidas sociales: víctimas de las redes de la trata y de las redes de prostitución. Las secuestradas en democracia que no se nombran, las superexplotadas. Las expropiadas como identidades, como cuerpos, como vidas.
Somos las mujeres que morimos en abortos clandestinos, porque no se legisla ni se reglamentan las leyes que permitan que decidamos con libertad sobre nuestros cuerpos.
Somos adolescentes que nos hicimos mujeres muy rápido, porque no tuvimos derecho a una adecuada educación sexual. Somos niñas que debemos asumir el cuidado de nuestros hermanos, porque nuestras madres solteras no tienen el apoyo estatal que necesitan para criarnos. Somos mujeres golpeadas, maltratadas, porque no hay programas reales que tengan el respaldo suficiente para proteger a las víctimas de la violencia contra la mujer.
Somos trabajadoras desocupadas. Las mujeres que su gobierno, señora Michetti, dejó sin trabajo, sumándonos a la enorme lista de desocupados y desocupadas que habitan la ciudad y el país. Somos las trabajadoras que después de quedar desocupadas fuimos maltratadas, estigmatizadas. Nos dijeron que somos ñoquis. No somos ñoquis. Trabajábamos antes de ser despedidas, y exigimos nuestro derecho a seguir haciéndolo.
Somos las mujeres del Casino. Una y otra vez golpeadas por reclamar trabajo para nosotras o para nuestros hijos.
Somos las mujeres de las empresas recuperadas, que aún no podemos dormir tranquilas porque no se deciden a aprobar las leyes de expropiación. Porque la propiedad privada de los usureros, vale más que nuestras vidas.
Somos cartoneras. Las que revolvemos entre sus sobras, entre sus excrementos, para que no contaminen la ciudad vidriera del turismo y del shopping, en la que la cultura, la educación, la salud, cotizan en el mercado. Nos golpearon, nos echaron del espacio que llaman “público”, pero no nos pueden compactar. No somos basura. Nos desaparecen y aquí estamos. Resistiendo.
Somos las madres de los chicos asesinados en Cromañon. Somos los pibes y las pibas muertas en Cromañon. Somos sobrevivientes que no reciben todavía el apoyo social que necesitan, porque la corrupción y la impunidad se sientan a legislar en este recinto como una prueba más del olvido.
Somos mujeres migrantes, mujeres de los pueblos originarios, afrodescendientes. Las que no contarán en sus planes sociales que exigen ahora certificado de domicilio y documentos. Somos despreciadas por el racismo que exhuda el cuerpo demacrado de la ciudad. Sus hospitales nos reciben, cuando lo hacen, después de colas más largas que cualquier dolencia.
Vivimos y morimos en talleres de trabajo esclavo. Cuando hacen políticas para nosotras, es para que sigamos siendo esclavas pero sin trabajo; o para ser expulsadas violentamente de su ciudad, de su país.
Para nosotras, desaparecidas sociales, la cara del poder tiene el rostro de la policía. Porque ante nuestras demandas, lo que recibimos son sus golpes. Por eso nos hartan sus debates sobre la jurisdicción y el presupuesto para la policía. Los cuerpos que ustedes llaman de seguridad, nosotras los llamamos fuerzas represivas. Son los asesinos de nuestros hijos, muertos por el gatillo fácil, que castiga el delito de ser pobres.
Señoras legisladoras: Les sugerimos que antes de aumentar el presupuesto a la policía, antes de definir sus jurisdicciones, antes de inventar nuevos cuerpos represivos, revisen sus prácticas, depuren sus fuerzas, para que no queden más asesinos, corruptos y coimeros. Tal vez entonces descubran que pueden achicar el presupuesto, porque sean muy pocos los que queden.
Señoras legisladoras: Su poder nos condenó. No les vamos a pedir permiso para manifestarnos, para ejercer nuestros derechos. Exigimos que se asegure la voz y la participación de las organizaciones populares en el debate político. Para estar en este recinto, no simbólica sino políticamente.
Somos desaparecidas sociales. Aparecemos cuando luchamos y nos organizamos para existir y vivir con dignidad. Somos mujeres luchadoras, como aquellas trabajadoras a las que les rendimos homenaje cada 8 de marzo.
Somos feministas que queremos terminar con todas las opresiones de una cultura androcéntrica que refuerza el sistema capitalista, patriarcal, racista. Luchamos por transformar el mundo, por conquistar todas las emancipaciones que humanizan la vida.
Las personas que vivimos y transitamos en la ciudad de Buenos Aires somos ciudadanas y ciudadanos y somos sujeto de derecho, y no objetos de represión.
2 comentarios:
Thanks :)
--
http://www.miriadafilms.ru/ приобрести фильмы
для сайта larosabrindada.blogspot.com
La puta que te remil parió hija de mil putas... vos fuiste parte con el policia de Patricio Echegaray del desguace del PC a pedido del regimen... y las vas a pagar, hija de mil putas.
Publicar un comentario