miércoles, 5 de marzo de 2008

Receta de una crisis (presencia militar de EEUU en indoamérica)

Nota distribuída por ALAI AMLATINA desde San Pablo, escrita por Maria Luisa Mendonça, periodista brasileña y miembro de la Red Social de Justicia y Derechos Humanos.

No hay crisis en América del Sur.
Al violar el territorio ecuatoriano, el gobierno de Álvaro Uribe busca
estimular el conflicto armado en su propio país, ya que su jerga de
“combate al terrorismo” sirve para justificar la política de represión y
la presencia militar de Estados Unidos en la región. A la vez, Uribe
tiene como objetivo romper con la posibilidad de un acuerdo negociado y
humanitario con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)
para la liberación de rehenes, sobre todo de ex parlamentarios que hagan
oposición a su política de guerra.

Si hubiese realmente una crisis en América del Sur, los demás países de
la región no manifestarían una posición unánime en condenar la acción
del ejército colombiano. Sin embargo, sabemos que históricamente han
sido fabricadas diversas “crisis” para justificar el mantenimiento del
control político, económico y militar de Estados Unidos, no sólo en
América Latina, sino en otros continentes. La guerra en Colombia es
esencial para que Estados Unidos mantenga un aparato bélico en la
región. El Plan Colombia fue construido para servir de plataforma
militar regional y, en diversos momentos, el gobierno estadounidense
intentó involucrar a los países de Cono Sur en el conflicto.

A inicios del 2001, cuando el entonces presidente Andrés Pastrana y el
líder de las FARC Manuel Marulanda intentaban negociar un acuerdo de
paz, George Bush asumía el poder en la Casa Blanca e iniciaba su campaña
internacional para la ampliación del Plan Colombia. El Secretario de
Estado estadounidense de la época, Colin Powell, tenía la tarea de
conseguir la colaboración de países latinoamericanos para su estrategia
militar en Colombia.

En aquel momento, el llamado Plan Colombia o “paquete de ayuda” de 1.3
mil millones de dólares, fue aprobado por el Congreso estadounidense con
el justificativo de defender la democracia y acabar con el narcotráfico.
El Congreso inclusive condicionaba la liberación de recursos para el
Plan Colombia a su no utilización para fines contra-insurgentes. Claro
que nadie cree que el propósito del Plan Colombia era el combate a las
drogas, pero en aquel momento no era aceptable admitir abiertamente el
papel militar estadounidense contra las guerrillas colombianas.

Solamente tras los atentados en Nueva York y Washington, el 11 de
septiembre de 2001, el gobierno Bush pasó a utilizar el “combate al
terrorismo” para justificar su política de guerra. La aceptación de la
clasificación de las FARC como grupo “terrorista” sólo fue posible en el
contexto internacional post 11 de septiembre. Desde entonces, esta jerga
está siendo aceptada por muchos gobiernos y medios de comunicación.

A partir de 2002, Colin Powell garantizó un subsidio adicional de 731
millones de dólares para financiar la participación de Ecuador, Bolivia
y Perú en el Plan Colombia. El papel de Ecuador era central, sobre todo
porque Estados Unidos utilizaban la Base de Manta, con capacidad de
controlar el espacio aéreo de la región Amazónica, del Canal de Panamá y
de Centroamérica.

La elección del presidente Rafael Correa interrumpió el apoyo de Ecuador
al Plan Colombia, ya que una de sus principales medidas fue anunciar que
no renovaría el acuerdo con Estados Unidos para el control de la Base de
Manta. La elección del presidente Evo Morales en Bolivia y el cambio en
la política externa de aquel país significó un problema adicional para
el gobierno estadounidense en la región. A pesar de los reiteradas
intentos del gobierno Bush, a través del llamado Comando Sur (un rama
del Ejército estadounidense que actúa en América Latina), para
involucrar a los países suramericanos en el conflicto colombiano, otros
gobiernos se han negado a clasificar a las FARC como terroristas y a
enviar tropas para combatir a las guerrillas en Colombia.

Más recientemente, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, puso en
marcha una campaña internacional por un acuerdo humanitario y la
liberación de rehenes secuestrados por las FARC, que ganó apoyo
gubernamental y admiración de la sociedad en muchos países, sobre todo
en Europa y América Latina. Está claro que Uribe y Bush necesitaban de
un contrataque y eligieron como blanco Ecuador, apuntando al presidente
Rafael Correa y apostando a la diseminación de una ola de “crisis”
hemisférica.

Inmediatamente, los mass media conservadores en muchos países repiten
declaraciones de la policía colombiana sobre una supuesta colaboración
de los gobiernos de Ecuador y de Venezuela con las FARC. Este tipo de
campaña sirve para frustrar posibles intentos de mediación de un acuerdo
de paz en Colombia. Otras declaraciones refuerzan el clima de guerra.
Durante la Conferencia del Desarme de la ONU, el vicepresidente
colombiano, Francisco Santos Calderón, declara que las FARC pretenden
obtener material radioactivo, mientras Alvaro Uribe amenaza denunciar a
Hugo Chávez en la Corte Penal Internacional por “patrocinio y
financiamiento de genocidas".

Como dice el profesor Noam Chomsky, la primera víctima en una guerra es
la verdad. En este caso, el escenario está montado. Resta saber si Uribe
(que intenta esconder denuncias de relación con los paramilitares) y
Bush (que está desmoralizado y se apresta a dejar la Casa Blanca)
tendrán credibilidad suficiente para alimentar esta farsa.
(Traducción ALAI)


Más información: http://alainet.org

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