Cuando choquen los planetas y el mundo se termine solo quedará una manera de escapar, la bicicleta.
Sobre dos ruedas y pedaleando fuerte se podrá llegar mas lejos que las balas y las esquirlas nucleares. Mas allá de las plagas, los gritos de horror y las nevadas de ceniza. Y si los planetas no chocan y el mundo no se acaba, quedará siempre, también, una forma de fugarse en bicicleta.
Como no hace ruido y sabe esfumarse a tiempo, nadie lo va a notar. En silencio y suavemente, como las hadas y los gatos, los hombres y las mujeres libres se podrán alejar del calor y la tristeza sin ensuciar el alma ni el ambiente y así va a ser posible para todos llegar sin prisa y sin pausa a cualquier punto de la tierra.
Como duendes burlones y obstinados los ciclistas van dejando atrás a los autos empantanados, a los aviones que estallan como globos en el aire, a los grandes y pesados camiones y aun a las naves espaciales. Los poderosos les temen cada vez más. Lo agentes de tránsito no saben como hacer para contenerlas. Unos y otros aceptan resignados que si alguna cosa está fuera del nuevo orden mundial, eso es la bicicleta.
La tarea no es fácil.. Los hombres se han aburguesado y se encapsulan en autos, colectivos, subtes y ascensores.
Lejos del viento, del sol y las estrellas fueron ganados por una existencia oscura, burocrática y carente de emoción. Los arrogantes defensores de la autopista global lograron por ahora implantar el encierro y el transporte de mercado como un modo de vida único y excluyente.
Pero no será por mucho tiempo. Las bicicletas volverán, volarán y serán millones.
Texto de Luis Gruss.
La proliferación de las bicicletas de Fernando Traverso se mezcla con otra leyenda urbana rosarina más reciente, también basada en hechos reales, también de violento y trágico desenlace. Por encima de las bicicletas estampadas en los muros de la ciudad empezó a aparecer esta leyenda: “¡Pocho vive!”. Los transeúntes que prestaban atención a estos mensajes de fuerte contenido político en la vía pública, se preguntaban quién era Pocho, de a poco empezó a revelarse el misterio. El Pocho, o el Ángel de la Bicicleta, empezó a tener su propio homenaje de graffities de bicicletas aladas que se sumaban a las de Traverso con estilo propio.
Claudio -Pocho- Lepratti era un hombre pacífico, según la gente que lo conocía, lo llamaban el ángel de la bicicleta porque recorría un barrio muy pobre en su medio de transporte a pedal, indagando y buscando ayuda para cada familia. En diciembre de 2001, en medio de la situación de crisis sociopolítica que vivía la Argentina, fue asesinado de un balazo en la garganta, mientras le pedía a la policía que no disparase contra el comedor infantil donde él colaboraba, ya que “adentro sólo hay chicos comiendo” –según fueron sus últimas palabras-.
León Gieco, representante emblemático de la trova de protesta latinoamericana, le dedica una canción que dice: “sacamos cuerpo, pusimos alas y ahora vemos una bicicleta alada, que viaja por las esquinas del barrio, por calles, por las paredes de baños y cárceles. ¡Bajen las armas! Que aquí sólo hay pibes comiendo…”
A veces, una pared pintarrajeada nos parece algo sucio, algo que contamina visualmente, pero como viajero atento, si se pregunta por el motivo, si agudiza el ojo, descubrirá las historias más ocultas de un pueblo que, la mayoría de las veces, no están disponibles para los turistas normales.
2 comentarios:
Hola Liliana. Soy Luis Gruss y muy contento por ver mi viejo texto de bicis en tu blog. Te invito a conocer el mío: es:
suspendelviaje.blogspot.com
lo hago con mi
novia colombiana (andrea).
Excelente, compañera... En Paraná voy y vengo en bicicleta...
Ciclistas del mundo, uníos!
Besos
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