“Tengo muchas ganas de ayudar a otras mamás”, es lo primero que dice María cuando se enciende el grabador. Lo dice después de cuatro años de infierno, porque hace exactamente un mes –el 7 de julio de 2009- el Tribunal en lo Criminal N° 5 de San Isidro condenó a su ex pareja, RGB, a la pena de tres años de prisión en suspenso por el delito de abuso sexual agravado en perjuicio de su hija Clara, que hoy tiene cinco años, y que al momento de la agresión sexual tenía apenas un año y ocho meses.
En el juicio quedó demostrado que RGB le daba besos de lengua a su hija, lo que implica un tipo de abuso sexual con acceso carnal. “Se entiende ahora que la boca de un ser humano es una cavidad receptora que configura dicho ilícito”, dice la sentencia de los jueces Mario Kohan, Ariel Introzzi Truglia y Raúl Neu. Y agrega: “Por ende, resulta claro que la invasión de dicha cavidad connota una actividad de neta índole sexual”. Además, los magistrados entienden que la niña “ha sufrido una afectación de su psiquis en la esfera sexual”.
Es que la Ley 25.087 modificó el Título III del Código Penal, antes mal llamado ‘De los delitos contra la honestidad’ que pasaron a ser ‘Delitos contra la integridad sexual’, lo que amplía el concepto de la violación, aceptando cualquier vía de penetración para la perpetración del crimen.
Las señales RGB es director de teatro y dicta clases a niños, niñas y adultos. María mantuvo una relación con él, que duró hasta los cincos meses de embarazo. Luego de la separación, visitaba a la nena y la llevaba en un régimen amplio de visitas. De pronto, la nena comenzó a dar señales de que algo estaba pasando. No hablaba con palabras, pero se manifestaba de otra manera.
-¿Cuál es el primer llamado de atención de que algo pasaba con la nena? -Clara empezó a acariciarse los labios permanentemente y entraba en un estado de vacío: le hablaba y se quedaba mirando un punto fijo, y no respondía. Podía estar así hasta media hora. Yo pensé que era autista.
-¿No se te ocurría que podía ser otra cosa? -No… Después, todo empezó a saltar al mismo tiempo. Clara hizo una infección urinaria con un seguimiento patológico, según me dijo el pediatra, y ahí tampoco pensé en abuso, porque yo no sabía que esta situación podía ser una manifestación.
-¿El pediatra no sospechó? -No, porque él no sabía nada sobre abuso. Es más, se interiorizó en el tema por el caso de mi hija, y ahora yo le mando pacientes.
-¿Qué otros síntomas notaste en la nena? -Clara dejó de comer. Era una nena que comía muy bien. Comenzó a hacer bolos con la comida y a escupirla. No jugaba más, y empezó con una masturbación compulsiva – a pesar de que usaba pañales-, contra mi cuerpo. Cuando la quería sacar de esa situación se alteraba, gritaba y lloraba. Ahí consulté a mi osteópata, a mi psicóloga y a mi hermana, que es psicopedagoga. Y me recomendaron que consultara urgente con un especialista. Comenzamos a analizar qué pasaba con Clara cuando dejaba de ver a determinadas personas, para identificar si los síntomas seguían. Pero seguía viendo al padre y nada cambiaba. Los cambios se notaban cuando dejaba de verlo. Fui al Centro de la Niñez de Vicente López con la nena y tuve una entrevista con una psiquiatra. En esa consulta, la nena se puso entre dos sillones y se dobló, lo que le llamó mucho la atención a la profesional. Luego me contactan con una psicóloga del equipo. El día que me llama la psicóloga, voy a recibir a Clara porque el padre la traía. Ella se estaba riendo porque el papá le hacía cosquillas, y veo que el padre saca la lengua y se la mete dentro de la boca a la nena. Y después le da un piquito. Quedé shockeada… la nena tenía un año y ocho meses. Le dije que no se dejara hacer eso. La niñera fue testigo de ese momento.
-Y no era la primera vez… -Le cuento a la niñera y me dice que en otra oportunidad el padre había hecho lo mismo delante de ella, pero que no me lo había comentado porque, si bien le había causado repugnancia, creía que yo lo sabía y pensaba que cada familia tenía sus códigos.
-¿Hiciste la denuncia? -Fui a la psicóloga del Centro de Niñez, que me dijo que tenía que hacer la denuncia. A mí me costaba tomar la decisión… no la hice enseguida. A todo esto, Clara cada vez que venía de estar con su papá, tenía la vagina y la cola irritada, y yo pensaba que era porque él no le cambiaba el pañal. Un día, cuando yo le estoy cambiando el pañal, Clara se pega en la vagina y dice “pito”. Estaba mi otra hija y me dice: “¿De donde sacó Clara eso?”.
-Porque la nena no hablaba… -Decía palabras aisladas. Después fui atando cabos. En ese momento no podía darme cuenta.
-¿Qué otros cabos ataste? -Que él me contaba que iba al shopping con Clara y que la llevaba al baño de varones y la tenía a upa mientras orinaba. Incluso una vez me dijo que otro hombre que estaba al lado de él, le hizo un chiste con respecto a la situación. Clara había dejado de jugar, estaba muy irritable, tenía -y sigue teniendo- terrores nocturnos. El padre, cuando ella tenía como tres meses, me pide que lo deje cambiarle el pañal, la desnuda y se queda esperando para verla hacerse pis. Cuando vuelvo a mi dormitorio y veo lo sucedido, el me dice muy jocosamente: ‘No te enojés, quería verla hacer pis’. Después yo me entero que a los pedófilos les excita ver a los niños orinar y defecar.
-¿Lo encaraste a él, le planteaste lo que notabas que estaba pasando con la nena? -Cuando en el Centro de Niñez me dicen que haga la denuncia, yo sugiero hacer una reunión con mi psicóloga y con él para hablar de lo que estaba pasando, y para decirle que haga un tratamiento. Manejarlo fuera de lo legal. En la reunión yo le pregunto si él no deja a la nena con alguna persona. Me dice que no, de ninguna manera. Le digo lo que está pasando, y que me sugirieron hacer la denuncia porque sino era cómplice. -¿Y él qué hizo? -Se puso muy violento. Hostigaba a mi psicóloga y negó todo. Cuando le dije que yo misma había visto que le dio un beso de lengua a la nena, él dice “no sé qué me pasó”.
Después se preocupó por saber dónde me estaban asesorando, y qué persona me había atendido. Eso, porque él es empleado municipal Y dice: “A mí nadie me va a venir a decir lo que puedo hacer con mi hija. Si quiero, le puedo chupar la boca y la cara si se manchó con caramelo… Díganme qué puedo hacer con mi hija ustedes, entonces”. Mi psicóloga le recomendó que busque ayuda profesional urgente, porque sino la denuncia la hacía ella. La respuesta de él fue invitarme para que juntos vayamos a comprar los regalos de Navidad para la nena…
-Usando su seducción… -No lo podía creer. Me hablaba como si nada.
-¿Y buscó ayuda profesional? -La llamó a mi psicóloga y le dijo que se estaba asesorando…pero legalmente.
Yo vuelvo al Centro de Niñez para que me acompañen a hacer la denuncia, pero me dicen que no pueden acompañarme porque yo no había cumplido con las pautas y los tiempos. Me dejaron sola. Me puse a llorar.
-¿Hiciste la denuncia igual? -Al otro día me fui al Juzgado de turno, donde me pidieron que lleve a la nena. Pasamos por distintas profesionales y me preguntaron por qué no hacía la denuncia penal. Yo lo que quería era que él se curara, no que fuera preso… pero claro, yo no sabía que no tenía cura. Me citan a una conciliación, y ahí yo me doy cuenta de que eso era una locura. Y además, yo no tenía abogado. -¿Él comenzó a presionarte? -Me hizo juicio por alimentos e impedimento de contacto. Intervino Familia y el Juzgado de Menores, pasa la causa a esa instancia. Mi abogada, Carmen Storani, desestimó la conciliación para un caso como éste. Él fue al Tribunal de Familia con una remera blanca que tenía estampada una foto de él con Clara abrazados y que decía “te amo”.
-¿Fue una audiencia de conciliación en Familia? -Si, porque él decía que yo no aceptaba que me pasara alimentos, cuando en su vida me había pasado plata. Lo que hacía era comprar lo que él quería, o llevarme a mí a comprar con él, una situación de manejo de poder total que me hacía sentir muy mal.
-¿Y que pasó? -Un desastre. La jueza decidió tres revinculaciones con la presencia de una asistente social.
-Y en cada revinculación la nena retrocedía -Totalmente. Además la nena no quería ir con él. La última vez se hizo pis…
-¿Todavía usaba pañales? -La nena usó pañales hasta los cuatro años. Recién dejó de hacerse caca hace cuatro meses. Hoy Clara tiene 5 años. Tenía problemas de enuresis y encopresis.
-Duró más de un año la instancia de las revinculaciones ¿Cuándo hacés la denuncia penal? -La hice mientras yo estaba procesada. Lo que pasó es que en la última revinculación, Clara sufrió un proceso maniaco. Y lo repitió al otro día, cuando la llevé a la psicóloga, quien hizo un informe donde recomendó que el padre no la vea, porque la nena no tenía herramientas para defenderse y había hecho un retroceso en el tratamiento. Presentó el informe psicológico en la Fiscalía, pero él había ido con la asistente social a denunciarme por impedimento de contacto. Y la fiscal me procesó. La psicóloga de Clara es la licenciada María Laura Moral Montero, quien en el juicio explicó que la nena llegó a la consulta por sospechas de autismo por parte de la madre, patología que fue descartada ya que la nena “presentaba 13 de los 25 síntomas establecidos por el protocolo facultativo de la Convención de los Derechos del Niño relativos a la venta de niñas/os, pornografía y prostitución infantil. Y los síntomas que no tenía eran impropios, por su corta edad”. Moral Montero relató en detalle el episodio maníaco que tuvo la chiquita en su consultorio, como también una serie de manifestaciones que le permitieron llegar al diagnóstico de abuso, y sostuvo que “se produjo un daño en la salud mental” de la niña. “Es un quiebre en ella –dijo-, es un traumatismo fuerte el abuso sexual. Hay que distinguir síntomas de secuelas. Hoy no hay síntomas, lo que no implica que no vayan a aparecer en el futuro, bien cuando se desarrolle o cuando se tenga que relacionar sexualmente con otras personas”.
Las otras violencias María soportó procesos judiciales, desconfianzas, soledades. Pero siguió adelante.
-¿Tuviste que pasar por otro juicio en tu contra? -Apelamos a la Cámara, que me desprocesa y recuerda que hay que proteger a la niña y no a los adultos. Y lo procesan a él.
-Ahí hacés la denuncia… -Sí. Me atiende el fiscal Alejandro Guevara. Fue la primera vez que me sentí contenida por el sistema.
-Te creyó… -Me creyó, me contuvo, se solidarizó. Fue imparcial. Y elevó la causa a juicio.
-Pasó un año largo hasta que te decidiste… -Tardé mucho en caer. La verdad es que el día que lo condenaron no pude escuchar más. Me puse a llorar…
-¿Habías llorado antes? -Era muy raro que llorara. Tengo dos hijos adolescentes de una relación anterior, que también tenía que contener, y que tuvieron que hacer tratamiento psicológico por todo esto. Mi casa se volvió caótica.
-Imagino que una de las estrategias de defensa de él fue tratar de generar sospechas sobre tu hijo varón adolescente… -Quiso ensuciar a mis hijos y a mi ex marido. La estrategia de la defensa del abusador remite en muchos puntos al inexistente Síndrome de Alienación Parental (SAP). Ante la embestida, los jueces dictaminan en la sentencia que no hay “ningún atisbo” por parte de María “de perjudicar deliberadamente al imputado”, al contrario, destacan que “era completamente reticente a hacer la denuncia”. Asimismo, el juez Mario Kohan subraya que las afirmaciones del doctor Carlos Díaz Usandivara –perito presentado por la defensa de RGB- “deja perplejo a quien esto escribe: da por cierto que el acusado besó a la nena con su lengua en tres oportunidades, pero que ello no puede causar males y que no constituiría un delito”. Y continúa el magistrado: “En efecto, no entiendo cómo un profesional de la salud puede afirmar con tamaño desparpajo (el mismo que desplegara en su declaración prestada por ante estos Jueces) que un beso con la lengua ‘no es para tanto’, como esbozó en su declaración, obviando la edad de la víctima y otros datos que señalan lo contrario”. Y añade Kohan que “lo realmente llamativo y preocupante es que, además de las funciones que cumple en el ámbito de sus incumbencias profesionales, pretende además arrogarse competencias que no le son propias, como ser la determinación acerca de qué es o no delito”.
Heridas María y Clara conviven con una hija y un hijo adolescente de una anterior pareja. Todos debieron atravesar este duro proceso.
-Te permitiste llorar cuando escuchaste que lo condenaron. -Si. Yo me enfermé mucho. Me tuvieron que hacer biopsias de estómago y duodeno. Tengo una hernia, gastritis crónica…
-El cuerpo manifestó… -Mi cuerpo reventó.
-¿Cómo está la nena? -Clara es increíble. No termina de sorprenderme cómo funciona el inconciente en los chicos. En casa se tenía prohibido nombrarlo a él, salvo que la nena lo nombrara. Y ella empezó a hablar, a contar. Por ejemplo, que posaba muy sugestivamente y el papá le sacaba fotos. Eso lo hizo en una de sus crisis delante de la psicóloga. O cómo la frotaba en determinadas zonas cuando la bañaba… Hace poco encontró fotos de su papá –todavía no sé como- y me pidió que la cortáramos y la tiráramos. “Ahora ya está”, me dijo.
-¿Te llaman otras mamás que están atravesando por situaciones similares? -Sí, me están llamando. Comparto mi experiencia. Por ejemplo les recomiendo que eviten mirar al abusador cuando declaran, y que no dejen de expresar lo que sienten, el dolor que están atravesando. Ahora, me llamó una mamá con las tres nenas abusadas. Pasó por siete abogados. Le pidieron hasta 10 mil dólares, más el 20 por ciento de sus bienes para representarla; entonces le recomendé a mis abogados, los doctores Alejandro Martínez y Jorge Di Totto, a los que les estoy muy agradecida porque nadie quería agarrar la causa.
-Gastaste mucha plata -Mucha. Mi hermano me ayudó.
-Así como te topaste con gente que no te ayudó, también aparecieron personas que te acompañaron… -Sí, por favor ponélos en la nota: las abogadas Carmen Storani y Fabiana Bellini; los penalistas que te nombré antes, la psicóloga de la nena. Y destacar el trabajo de los peritos psiquiatras Carlos Martino y Cristina Vila, y del fiscal Ricardo Juan. Creo que estos datos pueden servirle a otras mujeres para saber en qué profesionales confiar. También quiero resaltar que Zulma Faiad, directora del Centro de la Mujer de Vicente López, estuvo en el juicio y se comprometió conmigo y con mi hija. Precisamente la licenciada Cristina Vila, especialista en trauma y perito en el juicio, asegura que delitos como éste, más allá de los daños que producen a las víctimas, “afectan profundamente a la mamá, quien al acompañar el crecimiento de su hija busca, para protegerla, los rastros del abuso”. “Se pregunta qué conductas provienen de esos hechos, del pasado abuso sexual, o si existe otra explicación. Le costará cuidar a su hija –vaticina, refiriéndose a María- porque Clara es potencialmente más vulnerable que otras niñas a diferentes dificultades interpersonales".
-¿Cómo sigue tu vida? -Empecé a sentir felicidad continua, algo que no recordaba. Tuve la gran alegría de que mi hijo de 18 años me diga que me notaba bien. Fueron cuatro años de calvario, pero sabía que íbamos a tener una nueva vida.
-Tu lucha es una enseñanza de vida para tus hijos. -Me llama mucha gente felicitándome. Me dicen que soy una leona. No todas pueden seguir, es muy difícil física y psicológicamente bancarte todo el proceso. Tuve contención familiar, pero la diaria la viví sola. Por eso quiero contar la historia de mi hija. *Los nombres son ficticios para cuidar la identidad de la niña. |